Si bien a día de hoy no existen las cifras de casi pleno empleo que disfrutaba la formación profesional antes de crisis (cifras que rondaban el 80%), la realidad refleja que sigue siendo una vía efectiva de acceso al mercado laboral, con cifras superiores al acceso laboral desde la universidad (alrededor del 60% en vistas a un año).

Esto ocurre debido a que la formación profesional está compuesta por formación esencialmente práctica y aplicable directamente al sector dirigido a través del desarrollo de competencias profesionales adecuadas y efectivas. Su brevedad, su accesibilidad, su escasez relativa respecto a otros países, su estrecha vinculación con la empresa y, sobretodo, su valor en términos de ocupabilidad.

Además, está pendiente de las demandas de los sectores con mayor auge de nuestra economía, adecuando la formación práctica del alumnado a las necesidades de estos sectores.

Otra de las cuestiones a tener en cuenta son las prácticas laborales en empresas dentro del propio período de formación. Así el aprendizaje alcanza un nivel práctico  y promueve la dualidad entre teoría y práctica, aumentando las posibilidades de incorporación al mercado de trabajo.

Las empresas necesitan trabajadores cualificados capaces de adaptarse a los cambios continuos y a innovar frente las nuevas realidades emergentes.

Así, los sectores con mayores expectativas de los próximos años, según los informes de la Dirección General de Formación Profesional, son las siguientes siete ramas:

• Edificación y obra civil.

• Química.

• Comercio y Marketing.

• Textil y confección.

• Instalación y mantenimiento.

• Servicios socioculturales a la comunidad.

• Hostelería y turismo.

Lo extraño de los datos, es que estas familias profesionales no siempre recogen la mayor de las demandas de formación, que  se encuentran en la formación en enfermería, restauración, electromecánica de automóviles y farmacia, sistemas microinformáticos y redes, atención sociosanitaria, administración y gestión, electricidad y electrónica, con lo cual, las posibilidades de los estudiantes de las ramas demandadas por el mercado, aumentan aún más.

Por tanto, la formación profesional supone una inversión de futuro de menor riesgo que otras vías de formación.